Empresa > Historia > Valor histórico de las pizarras de Bernardos > La localización y elección de los yacimientos
Los técnicos extranjeros que llegaron a Bernardos en torno a 1560 tuvieron que hacer una prospección en el terreno para elegir los lugares más apropiados donde se pudiera extraer el material idóneo para las obras. Buscaron zonas donde se aunaban dos criterios principales, la calidad del material y la facilidad de la extracción. Pronto eligieron la zona donde el curso del río Eresma va encajonado en el valle formado por la fractura que los movimientos tectónicos han afectado al macizo pizarroso. Estas fracturas han favorecido además el curso de arroyos secundarios, que desaguan en el río, y que erosionan los cursos, dejando prácticamente a la vista los bancos pizarrosos. En este valle, en suma, las laderas tienen una inclinación que favorece la apertura de canteras.
La ladera oriental del cerro del Castillo, en la ribera izquierda del río, fue uno de los primeros lugares que se consideró más apropiado. Como se observa en el mapa, tiene un gran desnivel y permite la extracción de los bancos sin mucho desescombro y sin necesidad de hacer una extracción en pozos o gran profundidad. Para ello simplemente se requería hacer una limpieza de la parte superficial de la ladera, retirar el material más blando y acceder a las capas más compactas. Al mismo tiempo, a medida que se hacían los huecos, cuidar de realizar operaciones de desagüe para evitar algún tipo de inundación. Al parecer la extracción comenzaba en las zonas más bajas, ampliándose progresivamente a medida que se iban descubriendo los bancos. Así podían extraer el material desde abajo, ahondando lo suficiente para aprovechar la facilidad de acceso, ampliar la superficie de cantera buscando las vetas mejores y una vez extraídos los bancos del material de la parte de abajo el relleno con el escombro permitía acceder a los bancos superiores de la ladera. Posteriormente se van descubriendo bancos en otras zonas cercanas, como la de la fuente de San Pedro y lugares más próximos al río, donde parece que se encuentra buen material.
Desde 1563, con la llegada de más técnicos desde Francia, se abren canteras en otros parajes cercanos. Hay constancia de la apertura de una cantera cauce arriba del molino del Arco, donde se extrae material durante los años que va creciendo la actividad. En 1567 llegan quejas a la administración de la cantera de que el molino tiene problemas por los escombros que genera y que se va acumulando en la presa (7).
La explotación de los yacimientos del valle del Eresma se prosigue en el siglo XVII y se amplían al término de Carbonero el Mayor, que está en la ribera derecha. En el siglo XVIII nos encontramos con varias canteras abiertas en ambos márgenes. Los parajes no son identificables fácilmente por los datos de la documentación, salvo en algún caso como el de Valdeguerrera a mediados de siglo. No obstante se observa que es en el término de Bernardos donde queda la mayor parte de la extracción.
La explotación de estos lugares quedó bajo la denominación de Canteras Reales, normalmente zonas que no admitían el aprovechamiento agrario y por tanto se encontraban en baldíos sin propiedad definida y por tanto bajo la titularidad de la Corona. En razón de este uso, las canteras quedaban para uso exclusivo de las obras Reales y aquellas otras que contaban con el permiso de la Junta de Obras y Bosques para el suministro de pizarra. Así pues, era el administrador de las canteras quien se ocupaba de supervisar los permisos de extracción y hacer frente a la demanda de material tramitada a través de la Junta de Obras y bosques, hasta que las necesidades de la obra del monasterio de San Lorenzo de El Escorial insertaron la gestión de las canteras en manos de los responsables de la Congregación Jerónima.
A veces, los administradores de las canteras denunciaban el incumplimiento de los permisos, porque había sacadores que no hacían caso desviándolo a otras obras. Por ello se reiteraba la prohibición de desviar pizarra sin el permiso del administrador bajo la pena de una cuantiosa multa. Incluso se daba el caso de la detención de partidas de pizarra a transportistas que las desplazaban sin licencia, como sucedió a los vecinos de Carbonero el Mayor en 1676 en la venta de Otero de Herreros (8).
(7) AGS Casa y Sitios Reales, 267: 1, fol. 201.
(8) Citado en Ceballos, 2010, p. 62.