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ORIGEN DE LA EXPLOTACIÓN DE LAS CANTERAS DE LAS PIZARRAS DE BERNARDOS

Os presentamos el primer capítulo del libro que recientemente hemos editado: “Valor histórico y arquitectónico de las pizarras de Bernardos”, cuya primera parte, referida a la historia, está escrito por el profesor de historia económica de la UNED, D. José Ubaldo Bernardos Sanz.

Felipe II accedió al trono de España a comienzos de 1556, tras la abdicación de su padre, el emperador Carlos V, convirtiéndose en el monarca más poderoso en aquella época, cuyas posesiones eran tan extensas que se decía “no se ponía el sol”. Su reinado se prolongó hasta su muerte en 1598. Su educación se había forjado en un ambiente exquisito con excelentes maestros, donde había cultivado el gusto por las artes. Hay que tener en cuenta que tuvo entre los pintores de la Corte a maestros como Tiziano o El Greco. Los historiadores del arte y de la arquitectura coinciden al expresar que la introducción de la pizarra en las obras reales, realizada durante el reinado de Felipe II, fue una decisión estrictamente personal del monarca, apoyada en sus conocimientos y gustos arquitectónicos recogidos y madurados en viajes que hizo, cuando era príncipe, por Italia, Alemania, Bélgica, Países Bajos e Inglaterra, adonde llegó para casarse con la reina María Tudor, su segundo matrimonio. No obstante, su puesta en práctica corrió a cargo de los arquitectos que estuvieron en esta época bajo sus órdenes: Juan Bautista de Toledo, Luis de Vega, Gaspar de Vega, Francisco de Mora, Juan de Herrera,… que tradujeron a la realidad los deseos del monarca.

valor histórico y arquitectónico de las pizarras de Bernardos

La elección de la pizarra respondía a la fascinación que había penetrado en el refinado gusto del Rey, cuando contemplaba los edificios que con este material se cubrían en aquellos países. Es un periodo marcado por la efervescencia de obras en edificios reales, situados principalmente entre Segovia, Madrid y Toledo, y coincide con la instalación de la Corte en Madrid en 1561 como capital permanente de la monarquía. La configuración del nuevo estilo suponía un reto y a la vez un compromiso de los arquitectos reales para plasmar en los edificios las exigencias de su señor. Uno de los personajes más implicados en esta tarea fue Gaspar de Vega, encargado de la obra del palacio de Valsaín, que realizó también varios viajes a Europa alguno de ellos acompañando a Felipe II. Gaspar de Vega hacía anotaciones sobre los edificios que contemplaba en sus visitas, tomando sugerencias para aplicarlas en sus bocetos y trazas.

grabado de palacio con cubierta de filita de bernardospintura del monasterio donde vemos que hay pizarra de cubierta

El nuevo estilo constructivo llevaba consigo la adopción de un nuevo material, pero con ello también eran necesarias nuevas técnicas y profesionales en las obras, como la carpintería en las nuevas estructuras de los tejados. Se hubo de importar conocimientos y personas, así como incluso materiales específicos (como los clavos de asentar la pizarra, traídos de Flandes), para su aprendizaje y su difusión entre los profesionales nativos.

antiguas herramienta de trabajos para pizarra
obra gráfica de los trabajadores de la pizarra

Se tiene como fecha de referencia el año 1559 para establecer el inicio del nuevo proceso constructivo que lleva a incorporar la pizarra en las obras reales. Así, en la correspondencia que intercambian Felipe II y Gaspar de Vega buscan alternativas sobre el material a elegir, y es en este momento cuando se determina relegar el plomo. Gaspar de Vega, a pesar de ser partidario de este material, le cuenta en una carta fechada en enero de 1559 los problemas de las planchas de plomo. El rey, en su respuesta añade inconvenientes a la utilización del plomo:

´´el uno que el plomo cargaría mucho la casa; y el otro que el verano la haría muy calurosa, como se tiene por experiencia de lo de acá. Y hame parecido que será mejor hacer los tejados agros, a la manera de los de estos estados, y cubrirlos de pizarra, que como habeis visto son muy lucidos…´´

Este rasgo del brillo o resplandor que producían los tejados será uno de los determinantes de la elección final del material y en las órdenes que enseguida transmite a su maestro de obras, ya que en la misma carta expone la planificación de dichas tareas:

´´ Y así he mandado que se busquen ocho oficiales diestros, dos para sacar la pizarra, y cuatro para cortarla, aderezarla y sentarla, y los otros dos para hacer los maderamientos de los tejados y armarlos; y todos partirán a tiempo que sean ahí a la primavera. Entre tanto hareis cortar y desvastar las maderas convenientes para los dichos tejados y tenerla a punto; y que con diligencia se busque la pizarra lo más cerca y a propósito de la casa que ser pudiere, porque llegando los oficiales no pierdan tiempo…´´

grabado de trabajadores de la pizarra

Incluso el rey se permite ya aconsejarle sobre la zona más cercana donde había visto dicho material:

´´no se hallando más cerca, en Sta. María de Nieva la ha de haber, que pasando yo por allí, vi hacer cierta obra de ella en la iglesia´´

La referencia a Santa María de Nieva no era casual, ya que se encontraba en la ruta utilizada para los desplazamientos de la Corte entre Valladolid y Segovia. La villa de Santa María de Nieva había sido una fundación real relacionada con el descubrimiento de la virgen de la Soterraña y la fundación de un monasterio por parte de Catalina de Lancaster, esposa del rey Enrique III a fines del siglo XIV. La iglesia de la villa es la que Felipe II cita en su carta.

vista del Escorial

Los pizarreros flamencos llegan a Valladolid en julio del mismo año y dos oficiales carpinteros, Juan de Bruselas y Gutierre de Spina son enviados posteriormente desde Flandes por el cardenal Granvela. En 1562 la nómina de cubridores de pizarra originarios de Flandes ascendía a 8: Regnesson de Wart, Jaequenin Hallart, Lienatt Tehoncur, Jean de la Ret y Nicolas Bonsar, todos ellos de Lieja, y Jean Bonsart, Hans Bethemans de Amberes y Gilles Marcq, de Liquer. Todos ellos cobrarían 200 maravedís diarios, fueran festivos o no, y se completaba con un fabricante de clavos, Juan Colin. Posteriormente llegaron de Francia más pizarreros, como Juan Ru, y el oficio empezó a ser transmitido a oficiales locales como a Gonzalo López, uno de los primeros cubridores españoles. Otro de los que aprendieron el oficio de colocar pizarra fue Pedro Muñoz, cubridor de pizarra en numerosas obras desde la Casa de la Moneda de Segovia pasando por la Fuenfría, las torres del ayuntamiento de Segovia o el palacio de Lerma, que estuvo más de 30 años sirviendo como administrador de las canteras de Bernardos. Pedro Muñoz dejaba claro que el término de pizarrero se aplicaba a los que ponían la pizarra en los tejados, cuando en una carta que envía al veedor de las obras reales en 1623 desde la obra de la Fuenfría dice:

‘‘advierto a Vmd que el hombre que saca la pizarra no es pizarrero sino sacador, oficio distinto y diferente ’’.